Los tucumanos vieron por primera vez un avión allá por 1911. Su piloto era
Marcelo Paillette
quien decidió aterrizar en el flamante parque 9 de Julio. De tal manera
que la zona se volvió pista de aterrizaje sin quererlo. Dos años más
tarde recorrió nuestros cielos Castailbert, con un Bleriot, que usó como
pista la misma zona del parque. Con el paso de los años la zona sur del
gran pulmón verde diseñado por el francés
Carlos Thays se
convirtió en un aeródromo improvisado. El sonido que venía de los cielos
fue atrapando a un grupo de tucumanos encabezado por
Nicanor Posse,
que los llevó a crear en 1919, un 24 de diciembre, el Aero Club
Tucumán, entidad clave para el desarrollo de la aviación local. El
primer presidente fue
Ubaldo Benci y su vice, Posse. Se hicieron
cargo de la zona de aterrizajes, que pasó a llamarse aeródromo Benjamín
Matienzo, en honor al piloto tucumano muerto en junio de 1919 cuando su
avión se precipitó en la cordillera de los Andes cuando intentaba cruzar
hacia Chile desde Mendoza. Este fue el germen de lo que se convertiría
con el paso de los años en la estación aérea tucumana que fue cerrada en
1981 cuando sus operaciones fueron trasladadas a Cevil Pozo.
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RUMBO A EEUU. El aeródromo recibía los pequeños DC-3 de Panagra en su largo viaje hacia Norteamérica. archivo |
Las
décadas de 1920 y 1930 fueron de vivo desarrollo, se construyeron
hangares y zonas de rodaje para las aeronaves. La pista era de césped y
lo fue por varias décadas. El lugar fue protagonista de hechos
trascendentes como el despegue y aterrizaje de la Escuadrilla Tucumán
que recorrió seis provincias argentinas y 3.200 kilómetros en 1927.
Desde allí partió el primer vuelo hacia Tafí del Valle en 1921; esto
tiene la curiosidad que a la villa llegó primero el avión que el
automóvil. Tras 20 años, el 23 de mayo de 1940 se inaugura el
moderno edificio de estilo californiano del
aeropuerto y sede del club. Según la crónica la concreción del edificio
“ha venido sufriendo algunas postergaciones, debido a la carencia de
fondos y por otra parte, el anhelo de los dirigentes, de inaugurar la
sede propia, recién cuando fuera posible hacerlo con lujo de detalles y
con una terminación total”. Con esa inauguración “sobre la avenida
Brígido Terán la institución verá cristalizada una de sus más caras
aspiraciones, y la provincia tendrá la mejor edificación aeronáutica de
cuantas existen en el país, tratándose de aeroclubes o de organizaciones
civiles”.
El acto contó con la presencia del gobernador
Miguel Critto. El presidente del club era
José Posse.
La construcción estuvo supeditada a la obtención de fondos y había
comenzado en la segunda parte de 1935. La noticia daba detalles de
aquella construcción, diseñada por el ingeniero
Angel Guido, cuya
planta baja “está destinada a hall de pasajeros, ya sea para viajeros
de líneas comerciales, ya para el pasaje a cargo de los aviones” de la
entidad. La torre alcanzaba los 20 metros de altura donde estaban las
instalaciones de radio e intercomunicación. Cabe destacar que el 18 de
abril de 1937 la desparecida compañía aérea norteamericana Panagra
comenzó a operar en nuestra provincia sus rutas hacia Estados Unidos,
donde Tucumán era escala obligada para repostaje de combustible. También
hacía escala naves de la otra gran empresa de aviación, Panam. De tal
manera que la flamante y coqueta aeroestación era importante para la
atención de los pasajeros. Pero todas las bondades que tenía la zona
para la operación de aviones tenían un pero muy grande. Dentro de la
misma estación estaba el estadio de cemento del club Central Norte, un
peligro para el delicado momento del decolaje y el aterrizaje. Las
compañías pidieron que sea demolido y el pedido se volvió más imperativo
porque el 9 de julio de 1940 iban a llegar a nuestra provincia 80
aviones militares para los desfiles por el día de la Independencia. El
evento fue una prueba de fuego para la estación desde donde operaron
todas las aeronaves sin mayores inconvenientes. El estadio dejó la zona
para ir a su actual ubicación y el diputado
Fernando Posse consiguió un subsidio de 25.000 pesos para el traslado.
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AEROLINEAS. Un DC-3 de la empresa nacional espera por sus pasajeros. La senda había sumado una pérgola. |
El Benjamín Matienzo fue creciendo operativamente. Al tiempo que los
vuelos de pasajeros comenzaron a ser competencia al ferrocarril que por
muchos años fue el transporte exclusivo hacia el norte. El crecimiento
del tráfico llevó a hacer necesarias reformas tanto en la pista como en
la estación poco más de una década después. A mediados de la década de
1950 ya se hablaba de elevar su categoría operacional. Pero también se
hacía imprescindible mejoras en el acceso, ya que la Brígido Terán
estaba pavimentada solamente hasta la puerta de la edificación. El
diario hacia visible el problema que hasta allí no llegaba ninguna línea
de colectivo al tiempo que la zona era tomada por la muchachada como
cancha de fútbol para los picados de fin de semana. La basura era otro
problema. En mayo de 1954 nuestro cronista destacaba que el aeropuerto
se encontraba en el centro de la ciudad y lo que se hiciera debería
estudiarse en ese marco. Dos años más tarde se anunciaba que se habían
expropiado los terrenos necesarios para la construcción de una nueva
estación en Cevil Pozo. La crónica de junio de 1956 ya dejaba entrever
que había problemas para que el Matienzo siguiese operando en el parque,
porque no se podía extender la longitud de la pista. Recién al inicio
de 1960 se hicieron las obras necesarias y la más importante, la
pavimentación de la pista de aterrizaje que se hizo con fondos del
Casino Provincial. Dos años más tarde se inauguró la terminal de
pasajeros.
En una nota del 9 de julio de 1960 se indicaba: “antes
el viajero tenía que trasladarse hasta las Termas de Río Hondo para de
allí poder viajar en avión hasta su destino, pues nuestro aeropuerto era
inoperable. Una lluvia, cualquiera sea su intensidad, no permitía
operar a los aviones, por ese motivo se lo mantenía cerrado por varios
meses”.
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FLAMANTE. El aeropuerto estrenaba una cómoda terminal de pasajeros, anexa al edificio de 1940. |
La Gaceta
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