Editorial de La Gaceta
Es una de las principales puertas de San Miguel de Tucumán y de la
provincia. Por ella suelen ingresar turistas, empresarios, políticos,
economistas, personalidades de la actividad científica y cultural. Pero
no siempre la bienvenida al visitante o al mismo comprovinciano es todo
lo grata que debería ser. Con alguna frecuencia, el aeropuerto
internacional "Benjamín Matienzo" es motivo de queja de los usuarios.
En nuestra edición del jueves, un tucumano se quejaba en la
sección Cartas por la falta de un transporte público de pasajeros en la
aeroestación. "Es increíble que no exista un servicio hacia y desde el
aeropuerto. Los pasajeros se convierten en rehenes de los taxis que
operan allí y no tienen ninguna identificación ni control; cobran las
tarifas que les parece por tratarse del único transporte. Los políticos
tienen autos con chofer, no necesitan el servicio de colectivos con
costos accesibles", señalaba.
Apenas el pasajero sale del salón de desembarco, recibe una
avalancha de propuestas de choferes que se apiñan para conseguir un
viaje hasta el centro u otro destino. La insistencia, que dura varios
minutos, provoca incomodidad. La persona que llega desconoce -sobre todo
la que lo hace por primera vez-, por cierto, qué grado de seguridad y
honestidad puede tener el taxista en cobrarle el viaje, ya que no se
exhiben tarifas orientadoras. Sucede luego que por el flujo de pasajeros
que llega, se suele producir una cola de vehículos porque hay un solo
peaje en funcionamiento.
También se suscitan reclamos por los elevados precios del bar y
de los pocos negocios; el argumento es que se trata de una aeroestación
internacional, que paradójicamente, no tiene el tráfico de usuarios
acorde con esa categoría. Sucede que en el lapso de una hora, se
producen los vuelos de las compañías aéreas, tanto de llegada como los
de partida, y transcurren varias horas hasta el próximo servicio, de
manera que las posibilidades de trabajo del comerciante o del taxista se
reducen. Si los vuelos fueran más espaciados tal vez la situación sería
diferente.
El 8 de julio de 1994, el aeropuerto Benjamín Matienzo, ubicado
en Cebil Pozo, recibió formalmente la autorización para operar como
internacional. Ese día se realizó un acto en el que participó el por
entonces presidente Carlos Saúl Menem que había venido a presidir la
celebración del Día de la Independencia. El 1 de diciembre de 1998, la
aeroestación pasó a manos de Aeropuertos 2000, consorcio de capitales
argentinos y extranjeros. De acuerdo con un estudio de Aerolíneas
Argentinas, la aeroestación tucumana cerró marzo con el saldo de 7,1%
más de pasajeros (40.546) que en igual fecha del año pasado.
Sería interesante que se buscara planificar de otro modo la
actividad del aeropuerto, de modo que sea rentable para los
concesionarios y que beneficiara al usuario, que es el verdadero
protagonista de la actividad porque la sostiene con su bolsillo. Como
sucede, por ejemplo, en Ezeiza, debería haber una línea de ómnibus que
hiciese el recorrido, de manera que el pasajero no se convirtiera en un
rehén como ocurre actualmente. Los gobernantes suelen viajar a diario
por esta vía, de manera que por ser representantes del pueblo, deberían
trabajar conjuntamente con Aeropuertos 2000 en las soluciones a estos
inconvenientes. De ese modo, se mejoraría sustancialmente el servicio y
le brindaríamos una verdadera bienvenida al visitante.
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