El número 13 tiene vida propia. Hay quienes lo aman y quienes le tienen tirria. Algunos le huyen como si vieran al mismísimo diablo y otros lo adoran como a un dios. El 13 no es un cifra cualquiera. Los cabuleros pueden decir cualquier cosa, pero jamás dejarán de tenerle un mínimo de respeto. El jueves por la tarde, el aeropuerto Benjamín Matienzo parecía la avenida Mate de Luna a las 7.22 de la mañana, o la calle Córdoba al mediodía. Había exactamente 13 aviones. Había tantos jets que las calles de rodaje fueron utilizadas para estacionar. Como si la Panamericana fuera una gran playa por unas horas.
El 13 fue sinónimo de suerte para la convocatoria alperovichista. No faltó nadie. Pero también podría ser sinónimo de yeta para los ciudadanos de provincias como Buenos Aires, Entre Ríos, San Juan, La Rioja, Salta, Chaco, Formosa y Jujuy, entre otros. Aunque fue imposible confirmarlo, lo más seguro es que la mayoría de esos 13 aviones eran transportes públicos que pertenecían a sus respectivas provincias. Y lo grave es que los gobernadores y funcionarios que vinieron a Tucumán, lo hicieron para asistir a la inauguración de la sede Partido Justicialista, que si bien representa al oficialismo, no es una entidad pública. Es cierto que los tucumanos estamos acostumbrados a que el avión sanitario sea de uso casi personal del mandatario. Los 13 jets que provocaron una caos de tránsito en el aeropuerto simbolizan mala suerte -para los ciudadanos de varios lugares del país- si se calcula que en total generaron un gasto de cerca de $ 400.000. Un gasto un poco exagerado de dinero público sólo para inaugurar la sede un partido político. El diputado Néstor Kirchner soportó una denuncia por malversación de fondos públicos cuando utilizó indebidamente el helicóptero de la presidencia de la Nación.
Estos abusos son disimulados por la impunidad y por la interesada confusión en la que caen las autoridades actuales, que no pueden diferenciar lo propio de lo público. Es posible que se hable de la actitud opositora de la prensa y de la mirada del vaso vacío que hace el periodismo, pero no se trata de otra cosa que del cumplimiento de la ley y del respeto por la cosa pública. En una actitud de soberbia mágica, hasta se podría anticipar que ni la Justicia ni ningún fiscal intentará investigar este número 13. Y si alguien, desde la oposición, lo hace, será simplemente para obstruir. El abuso de poder suele amargar el sabor del éxito.
Demasiadas sonrisas
Cuando los 13 aviones despegaron para volver a su lugar de residencia, en el hogar del gobernador, José Alperovich, sobraban las sonrisas. No era para menos. Beatriz Rojkés de Alperovich había tenido su jornada de gloria. Un acto a su medida que dejó haciendo rabietas a Juan Manzur. El ministro de Salud de la Nación -y, al mismo tiempo, olvidado vicegobernador y devaluado ministro virtual de Salud de la provincia- suena cada vez más como el príncipe heredero del trono de José. Sin embargo, los Rojkés no abandonan el barco. Después de los elogios de Néstor Kirchner, de Hugo Moyano, de Daniel Scioli y de cuanto dirigente nacional del peronismo descendió de alguno de los 13 jets, la senadora vuelve a soñar.
La inauguración de la reconstruida sede del peronismo fue un balde de agua fría para Manzur. Mientras legisladores como Roque Alvarez revisaban cómo quedaban las acciones del licenciado vicegobernador; el secretario general de la Gobernación, Ramiro González Navarro, se frotaba las manos por ser uno de los "bettistas" de la primera hora en la Casa de Gobierno. Más allá del lenguaje de los gestos, la palabra final la tiene Alperovich.
Es cierto que cada vez que el gobernador-empresario tuvo un traspié -de salud o de lo que fuere- la primera dama se fortaleció. Será para tenerlo en cuenta para el momento de la decisión final que seguramente se tomará entre el mundial de fútbol y el comienzo del verano. Nadie puede desconocer que todos los apoyos que recibió la primera dama son del primer mandatario.
Desoír al pueblo
Cristina cometió errores, como no asistir a la reinauguración del teatro Colón o no haber invitado a ex presidentes como Carlos Menem, Fernando de la Rúa o Eduardo Duhalde a la mesa. Los tres fueron pares de ellas, compartieron políticas y la construcción de una patria democrática, con aciertos y con errores. Nunca debieron estar fuera de una jornada de unión. De la misma manera que familias completas salieron a la calle a disfrutar de la fecha patria sin importarles quién estaba al lado; sólo que era un argentino más.
En el edificio de Rivadavia 157, Kirchner repitió el mismo discurso de siempre. No porque sea un improvisado, sino -todo lo contrario- porque es un político que sabe mucho de pelear en esta arena. Ignoró a la oposición porque no existe y atacó a la prensa. La culpó de sus males y la puso en el rol de oposición. Un esquema que le da resultado porque la prensa -por más poder que se le endilgue- no lleva una boleta electoral.
De esa manera se impone la falacia K y la oposición se sigue hundiendo sin poder salir a flote, sin que el propio oficialismo la reconozca como contendiente. Entre los opositores ya se habla de que no hay cómo ganarle; sólo hay que llegar segundo para después, en el balotaje, rejuntar un equipo para triunfar.
Kirchner se tomó uno de los 13 jets y dejó buena onda entre los peronistas; más aún en el matrimonio gubernamental. Alperovich se sintió vice de la Nación y Betty, con posibilidades a postularse para la gobernación. Kirchner no dijo nada, pero dejó una sensación positiva para estos peronistas que hace poco aprendieron a cantar la marcha.
En la oposición, José Cano está más desubicado que empleado de la Caja Popular que ve como salen fondos para hacer una cancha de Pato en el Hipódromo. Después de la derrota que sus adláteres sufrieron en la Universidad Nacional de Tucumán, el senador anda con pocas ganas de postularse a gobernador.
Mientras él piensa, Eduardo Duhalde va a desembarcar en Central Córdoba. El acto lo organiza nada menos que el ex interventor federal Julio César Aráoz. Mientras estos vienen, otros como Gumersindo Parajón tomaron coraje para subirse a un avión y reunirse con viejos amigos radicales y con Pino Solanas.
Tanta seguridad oficialista y tanta incertidumbre opositora ayudan a que los grandes daños hechos a la provincia sigan pasando inadvertidos. Por eso los 13 jets pueden ir venir gastando $ 400.000 públicos, una suma que equivale a la mitad de lo que el ministerio de Salud autorizó a pagar a una fundación que no existía para dicte cursos odontológicos. Es que la euforia y los grandes actos disimulan las malas conductas.
Por Federico van Mameren (Secretario de Redacción)
La Gaceta
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